BOOKI

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viernes, 24 de noviembre de 2017

CUENTOS DE OTOÑO

hojitas-otono
LAS HOJITAS DE OTOÑO
Érase una vez tres hojitas y un cascabel.
Cuando el viento soplaba las hojitas bailaban mientras el cascabel sonaba.
Y sonando, sonando el otoño iba anunciando.
Cada vez bailaban más hasta que un día ¡del árbol, echaron a volar!
Y volando, volando vieron muchas maravillas
todo el campo cubierto de hojas secas y amarillas.
Y mientras volaban se preguntaban cuál era la razón de su cambio de color.
Y así al viento preguntaron y no supo contestar y cuando llegó la lluvia volvieron a preguntar.
Preguntaron muchas cosas, preguntaron sin parar
pero la Señora Lluvia tampoco las supo ayudar.
A Don Otoño encontraron descansando en una rama y poniendo cara rara volvieron a preguntar:
Díganos Señor Otoño ¿qué es lo que pasa aquí? por qué nuestro color ha cambiado y del árbol tuvimos que partir.
Contestando Don Otoño con voz ronca y muy serena que cuando él llega con él han de llegar tanto la lluvia que moja como el viento que ha de soplar.
Por eso amiguitas mías – dijo el Señor Otoño – no os debéis de preocupar transcurridos unos meses todo esto pasará, pues vendrán otras hermanas y de nuevo al Señor árbol de verde lo cubrirán.
Muchas gracias Don Otoño – dijeron las tres hojitas –  por a nuestras preguntas contestar,
ya nos vamos más tranquilas sabiendo qué va a pasar.
Esta ha sido la historia de nuestro amigo el otoño que siempre por estas fechas nos viene a visitar y como la lluvia y el viento le ayudan a trabajar.
Y colorín, colorado el cuento del otoño ha terminado.

 Preguntas para comprobar la comprensión del cuento.

¿Quiénes son las protagonistas de este cuento?, ¿Quién desprende las hojas de los árboles?, ¿Hablaron las tres hojitas con el Señor Otoño?
¿Dónde estaban las tres hojitas colgadas?, ¿Dónde estaban el viento y la nube?
(Lo que sucede primero) ¿Qué hacían las tres hojitas?, ¿Dónde estaba el cascabel?
(Lo que sucede después) ¿Quién las hace bailar?, ¿Por qué sopla el viento y llueve?
(Lo que sucede al final) ¿Por qué estaban asustadas las hojitas?, ¿Preguntaron a la nube?, ¿Y al viento?, ¿Y al Señor Otoño?, ¿Se pusieron contentas al hablar con el Señor Otoño? ¿Por qué?


hojaotono
PINTOR SIN PINCELES
Una vez había un niño que se llamaba TINTON. Un día la mamá de Tintón le preguntó:
- Tintón ¿de qué color te gustaría que pintara tu cuarto?
- A mí me gusta el color amarillo. ¿Me lo dejas pintar a mí, mamá?
- No, querido. Mañana vendrá el pintor Manuel.
Al otro día llegó el pintor. Trajo un tarro de pintura amarilla, un pincel grande, un balde y una escalera.
- ¿Me dejará pintar un poco a mí? -pensaba Tintón.
Entretanto, Manuel se puso un gorro en la cabeza y empezó a pintar: Ssssssss el pincel para arriba. Ssssssss... El pincel para abajo. Y cantaba:
Yo soy el pintor Manuel, pinto con pintura, pinto con pincel...
Y caían gotitas amarillas por todas partes.
La mamá de Tintón rezongaba - ¡Ay, Dios mío! ¡Cuándo acabará de pintar este hombre! ¡Miren cómo ensucia toda la casa!... En cambio Tintón se divertía mucho. Apenas llegaba del Jardín de Infantes se ponía un gorro de papel y él también pintaba. Y cantaba:
Yo soy el pintor Tintón. Que pinto mi cuartito. Yo soy el pintor Tintón, con pincel chiquitito...
Un día Tintón volvió del Jardín y el pintor no estaba.
- Mamá, ¿y don Manuel?
- Ya acabó de pintar y se fue.
El pobre Tintón estaba triste. Caminaba por el patio sin saber que hacer. En eso oyó: - Chipit chipit...
Miró para arriba y vio un gorrión que le decía: - ¿No ves nada raro, Tintón? Entonces miró bien, y de pronto exclamó:
- ¡Ah, sí! El árbol tiene algunas hojas pintadas de amarillo. ¡Que suerte! Entonces va a venir el pintor Manuel para seguir pintando.
En eso oyó: - Riiiiing riiiiing...
- ¡Viva! ¡Aquí llega el pintor Manuel! -Y Tintón fue corriendo a abrir la puerta. Se encontró con un hombre que tenía una bolsa rara.
- Buenas tardes. ¿Qué deseaba, señor?
- Vengo para seguir pintando las hojas del árbol.
- Pero usted no tiene pincel. ¿Con qué va a pintar, señor?
- Yo pinto sin pinceles, pibe.
- ¡Ah! ¿Pinta con el dedo?
- No; yo pinto con lo que traigo en esta bolsa.
Y el hombre fue al patio con la bolsa.
Tintón pensaba: - ¿Qué habrá en esa bolsa? ¿Qué habrá?...
El hombre abrió una esquina de la bolsa y dijo:
Viento frío como la capa de tu tío, tienes que poner amarillas las hojas hasta que se caigan, flojas...
Y de la bolsa salió un silbido finito, finito... ssssssssss...
- ¡Ay, que frío! -dijo Tintón. Y fue adentro a ponerse una tricota. Cuando volvió al patio, vio que el hombre cerraba ese piquito de la bolsa, abría otra esquinita y decía:
Sol, solcito, tienes que ser apenas tibiecito.
A ver, saca un rayito y yo lo pruebo con mi dedito...
Y el hombre puso el dedo cerca de la bolsa
- Todavía es caliente... más tibio, sol... ¿A ver? ¡Ahora sí! -decía el hombre.
Y Tintón veía que de la bolsa salía un sol apenas tibio.
- Muy bien -dijo el hombre- ahora vamos a probar:
Viento frío, sal de la bolsa; sol tibio, sal de la bolsa, y de amarillo pinten las hojas.
Tintón, calladito, ¡miraba todo con unos ojos grandes así! De pronto vio que las hojas de los árboles se ponían más pálidas, más pálidas, y se doblaban un poco.
El viento soplaba: - Ssssssss, hojitas, a volar, hojitas a volar... Y las hojas amarillas iban cayendo al suelo.
- Bueno -dijo el hombre de la bolsa del MOÑO- adiós, nene. Volveré mañana.
- Hasta mañana, señor -dijo Tintón. No se acercaba mucho porque pensaba: ¿Y si abre la bolsa y me pone amarillo a mí también y me hace caer al suelo?
Pero cuando el hombre estuvo en la calle, entreabrió un poquito la puerta, asomó la nariz y le preguntó despacito:
- Señor de la bolsa, ¿quién es usted? para decírselo a mi mamá, ¿sabe?
Entonces el hombre se dio vuelta, lo miró fijo, fijo, y le contestó con voz de viento:
Yo soy el señor Otoño que pinta sin pinceles con una bolsa con MOÑO lari laralí lará...


árbol caducos, árboles perennes
¿POR QUÉ ALGUNOS ÁRBOLES
NO PIERDEN SUS HOJAS?
Una vez, hace mucho tiempo, empezó a hacer mucho frío porque el invierno se acercaba. Todos los pájaros que se iban cuando llegaba este momento en busca de sitios más cálidos ya habían partido. Sólo quedaba un pobre pajarito que tenía un ala rota. El pobre pensaba que si no encontraba pronto un lugar donde refugiarse se moriría de frío, miró alrededor y vio un montón de árboles que seguro que le prestarían cobijo.
Saltando y aleteando cuando podía, llegó al bosque y encontró un árbol que le impresionó por lo grande que era y lo fuerte que parecía, era un roble, el pájaro le pidió permiso para refugiarse entre sus ramas hasta la llegada del buen tiempo. El roble le dijo, muy enfadado, que si le dejaba picotearía sus bellotas y le echó de mala manera.
El pájaro vio un árbol precioso de hojas plateadas y tronco blanco, era un álamo y pensó que le daría refugio. Le contó su problema y el álamo le echó con cajas destempladas diciéndole que iba a manchar sus bonitas hojas y su blanquísimo tronco.
Cerca de allí había un sauce que con sus largas ramas colgando hasta el suelo le pareció al pajarito que sería una buena casa para los fríos que se avecinaban. Pero igual que los demás le rechazó argumentando que no trataba nunca con desconocidos y pidiéndole que se marchara cuanto antes.
El pajarito empezó a saltar como podía con su ala rota sin llevar un rumbo fijo, un abeto le vio y le preguntó que le pasaba, el pobre se lo contó y el abeto le ofreció sus ramas mientras le indicaba donde hacía más calorcito. El pájaro le explicó que sería para todo el invierno y el árbol le dijo que así tendría compañía. El pino, que estaba cerca de su primo el abeto, se ofreció para protegerle del viento ya que sus ramas eran más grandes y fuertes.
El pájaro se preparo un lugar bien abrigadito en la rama más grande del abeto y protegido del viento por el pino se dispuso a pasar el invierno. El enebro se ofreció para que pudiera comer de sus bayas y no muriera de hambre.
Estaba muy contento y charlaba con sus amigos, los demás árboles hacían comentarios despectivos sobre ellos.
Aquella noche empezó a soplar el Viento del Norte fuerte y frío, iba pasando de árbol a árbol y sus hojas iban cayendo una tras otra. De pronto giró y se dirigió hacia donde estaban los amigos del pajarito, el Rey de los Vientos le frenó y le dijo que podía desnudar a todos los árboles menos a los que habían ayudado al pájaro.
El Viento del Norte los dejó en paz y conservaron sus hojas durante todo el invierno y desde entonces siempre ha sido así
LAS DOS ARDILLAS
En un lejano bosque repleto de árboles vivían dos ardillas que eran muy amigas, la ardilla roja y la ardilla gris. La ardilla roja era muy trabajadora. Cuando llegaba el otoño se pasaba el día recogiendo frutos secos para llenar su despensa. La ardilla gris, sin embargo, era muy holgazana.
ardillas oto9ño
Mientras su amiga trabajaba recogiendo frutos secos, ella se pasaba el día tumbada en el campo, disfrutando del paisaje, muy contenta de no hacer nada.
Cuando al final del otoño tuvo la ardilla roja repleta su despensa de frutos secos, se preparó a encerrarse en su casa, dispuesta a pasar el invierno tranquilamente.
Y llegaron los vientos y los fríos invernales. En el bosque era imposible estar. Todos los animalitos se escondían en sus casas y comían los frutos secos que habían recogido en el otoño.
Eran días desastrosos para la ardilla gris, la ardilla holgazana, quien por no ser trabajadora tenía la despensa vacía.
Una noche el bosque se llenó de nieve, los animalitos no podían encontrar comida fuera de su casa. Ahora tendrían que alimentarse cada uno con lo que hubieran recogido en el otoño.
¡Pobre ardilla gris! ¡Había sido tan holgazana! Ahora no tenía nada en su despensa y casi se moría de hambre
Un día la ardilla roja la vio venir medio muerta de hambre y frío, y llorando.
- Ardillita roja, amiga mía. ¡Socórreme! Ya no puedo resistir más, me muero de hambre. Dame algo de comer.
La ardilla roja era muy bondadosa y la dejó entrar en su casa.
- Pasa, pobrecita. Aquí encontrarás comida y calor durante todo el invierno. Lo qué yo guardé en el otoño lo comeremos entre las dos.
- ¡Qué buena eres, querida compañera! - dijo emocionada la ardilla gris.
Pero como la comida estaba calculada para una ardilla sola, y no para dos, llegó un momento en que se acabó y vinieron días de escasez y de hambre.
Pero cuando empezó hacer buen tiempo salieron a trabajar.
¡A trabajar! Tanto la ardillita roja, que siempre había sido trabajadora, como la ardillita gris que nunca había trabajado.
Y es que la ardillita roja había sido tan bondadosa que conmovió a la ardillita gris, y ésta le prometió que ya nunca volvería a ser holgazana.

 LA CADTAÑA QUE REVENTÓ DE RISA.

castaña
Una vez iban de paseo una brasa de carbón, una paja y una castaña. Llegaron a un río y no sabían cómo atravesarlo.
La castaña, que era muy lista, propuso lo siguiente:
-Como la paja puede flotar en el agua, yo me montaré encima de ella y me llevará nadando a la otra orilla. Luego regresará a ti, dijo dirigiéndose a la brasa.
A las dos les pareció muy bien, y así se hizo. Primero la paja pasó a la castaña y luego volvió por la brasa de carbón.
Pero cuando estaban a mitad del río, la paja sintió que se estaba quemando con el calor de la brasa y casi sin querer hizo un movimiento brusco, y de una sacudida la tiró al agua.
Cuando la castaña lo vio, le dio un ataque de risa. Se reía tan a gusto, de ver a la brasa remojada, se reía con tanta fuerza, que reventó.
La paja llegó a la orilla completamente chamuscada.
La brasa llegó más tarde, apagada por completo, chorreando.
Llegaron además muy enfadadas las dos con la castaña porque se había reído cuando ellas lo pasaban mal, pero cuando vieron que con la risa había reventado su piel, y estaba destrozada, se compadecieron y fueron a buscar al sastre para que la remendara y le recosiera el roto.
El sastre sólo tenía un trozo de tela de color más claro que el de la piel de la castaña, y tuvo que arreglárselo poniéndole un pedazo de ese color.
Por eso ahora andan todas las castañas con un trozo de piel, que parece un trocito más claro.

 LAS DOS HOJITAS
Era un gran árbol lleno de hojas, hasta un día, en que apareció un gran viento que comenzó a soplar y soplar. Las hojas iban cayendo al suelo una tras otras. Unas se llenaban de barro, otras las pisaban los niños, y otras iban a parar a la basura cuando las recogía el barrendero.
hojas secas otoño
Había en lo alto de una ramita dos hojas que lloraban porque no querían caer al suelo. No querían llenarse de barro, que los niños las pisaran o que las echaran a la basura. Cada vez que venía el viento se movían pero se agarraban con su rabito muy fuerte a la rama del árbol. De pronto dijo la más pequeñita: "tengo una idea, mira aquel pájaro que vuela por el cielo, por qué no esperamos que venga un granviento y volamos como él". A la otra hoja le pareció una estupenda idea. Cuando sopló un gran viento las dos hojas soltaron su rabito de la rama del árbol y volaron por el aire, muy alto, muy alto, hasta desaparecer junto a los pájaros del cielo.

LAS DOS GOTITAS


Las dos gotitas de agua vivían en una gran nube. Comenzó a llover y la gotita pequeña no quería caer, le daba mucho miedo. Su mamá le contó que era muy divertido, que un día calló en una flor, otro día en una casa y otro día en una calle muy bonita.La gotita pequeña, con mucho miedo, agarró de la mano a su mamá, cerró los ojos y se dejó caer.
gotas de agua, cuento sobre agua
Las dos gotitas de agua cayeron junto con las demás, formando una gran lluvia plateada. La mamá mojó la hoja de un árbol, se resbaló y cayó al suelo produciendo un gran ruido: "plaf". Su hija, como era más delgadita, tardó más en caer, se posó sobre un paraguas rojo, haciendo un ruidito: "clic". Después resbaló y cayó en el gorro de una niña, "clic", se deslizó por su nariz para más tarde gotear en su impermeable azul. Al final acabó en unas botasde agua. Estuvo un buen rato en la bota hasta que la niña comenzó a andar y cayó a un gran charco que había en el suelo. Allí encontró a su mamá a quien le dio un gran abrazo. Después de contarse el largo viaje, quedaron fundidas en el gran charco de agua. Más tarde, salió el sol, se reflejó en el charco y apareció un bonito arco iris.

LAS  DOS  GOTITAS  DE  LLUVIA



Las dos gotitas de aguas vivían en una gran nube. Comenzó a llover y la gotita pequeña  no quería caer, le daba mucho miedo. Su mamá le contó que era muy divertido, que un día cayó en una flor, otro día en una casa y otro día en una calle muy bonita.

 La gotita pequeña ,con mucho miedo, agarró de la mano a su mamá, cerró los ojos y se dejó caer.

 

Las dos gotitas de agua cayeron junto con las demás, formando una gran lluvia plateada.


La mamá mojó la hoja de un árbol, se resbaló y cayó al suelo produciendo un gran ruido: "Plaf". Su hija,  como era más delgadita, tardó más en caer, se posó sobre un paraguas rojo realizando un ruidito: "clic". Después resbaló y cayó en la gorro de una niña, "clic", se deslizó por su nariz  para más tarde gotear en su impermeable azul. Al final acabó en unas botas de agua. Estuvo un buen rato en la bota hasta que la niña comenzó a andar u cayó a un gran charco que había en el suelo. Allí encontró a su mamá  a quien le dio un gran abrazo.

 

Después de contarse el largo viaje, quedaron fundidas en el gran charco de agua. Más tarde, salió el sol, se reflejó en el charco y apareció un bonito arco iris.
 LA ARDILLA PEPITA
Érase una vez una ardilla llamada Pepita. Un día iba dando un paseo por el bosque con su mejor amigo el búho Perico, y vieron un nogal cargado de nueces. A Pepa se le pusieron los ojos haciendo chirivitas así que subió al árbol, agarró una nuez y la mordió.
ardilla comiendo nuez en otoño
- ¡Puaggg! ¡Qué mala!- dijo enojada- qué amarga está, y la tiró.
Su sabio amigo comenzó a reír
- Amiga mía -le dijo- ¿Porqué no le quitas la cáscara?
Le hizo caso y juntos se comieron un banquete de nueces.
Y desde entonces las ardillas se pasan el otoño recogiendo nueces para comerlas con los amigos cuando llega el invierno.

lunes, 20 de noviembre de 2017

NI UN BESITO A LA FUERZA


SI TE APETECE DAR BESITOS LOS DAS,
PERO SI NO TE APETECE PUES NO LOS DAS...
 NI UN BESITO A LA FUERZA 

“¡Hay taaantos besos!
Hay besos de buenas noches,
o besos de simple alegría por un regalo.
Hay besos para sanarte si te haces daño.
Hay besos porque sí, porque alguien te tiene cariño.
También se dan besos sin tocar: por ejemplo, besos de papel en una carta
o besos que se soplan y se mandan por el aire.
No todo el mundo besa con la boca: la gente esquimal besa con la nariz.
Los besos son casi siempre agradables y dan sensaciones estupendas.
Tambien hay besos que te dan sensaciones raras, a veces incluso asco.
¿Te han dado alguna vez un beso tan fuerte en una oreja que luego no oías nada?
O… ¿conoces la sensación de los lametazos y besos de un perro con la nariz mojada y fría?
Los besos son maravillosos cuando te apetecen y dan sensaciones agradables.
Tú puedes escoger.
Quizá quiera besarte alguien que no te cae bien;
Entonces puedes decir no.
O tal vez quiera que le des un beso alguien que te cae bien. Pero si no te apetece en ese momento, también puedes decir no.
Puede ser que la otra persona no lo entienda o que le parezca mal. Pero  puedes decidir cuando besas y a quien besas.
Tu tienes derecho a decidir. Puedes decir no.

20 DE NOVIEMBRE. EL DÍA MUNDIAL DE LA INFANCIA.

HOY 20 DE NOVIEMBRE
 ES EL DÍA MUNDIAL DE LA INFANCIA.
NO TE PIERDAS ESTOS VIDEOS PARA CONOCER LOS DERECHOS
DE LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS.

NIÑOS Y NIÑAS DEL
 SOR ÁNGELA DE LA CRUZ...
¡¡¡HOY ES VUESTRO DÍA!!!
¡¡¡FELICIDADES!!!
¡¡¡QUÉ PASÉIS UNA FANTÁSTICA
 TARDE DE LUNES!!!
UN BESAZO

lunes, 13 de noviembre de 2017

ARTURO Y CLEMENTINA

¡NO TE PIERDAS ESTE CUENTO,
QUE HEMOS TRABAJADO EN CLASE!

ARTURO Y CLEMENTINA






 








Un hermoso día de primavera, Arturo y Clementina, dos jóvenes y hermosas tortugas, se conocieron al borde de un estanque. Y aquella misma tarde descubrieron que estaban enamorados.


Clementina, alegre y despreocupada, hacía muchos proyectos para su vida futura mientras paseaban los dos a orillas del estanque y pescaban alguna cosita para la cena.


Clementina decía: Ya verás qué felices seremos. Viajaremos y descubriremos otros lagos y otras tortugas diferentes, y encontraremos otra clase de peces, y otras plantas y flores en la orilla... ¡Será una vida estupenda! Iremos incluso al extranjero. ¿Sabes una cosa? Siempre he querido visitar Venecia.


Y Arturo sonreía y decía vagamente que sí.



Pero los días transcurrieron iguales al borde del estanque. Arturo había decidido pescar él solo para los dos, y así Clementina podría descansar. Llegaba a la hora de comer, con renacuajos y caracoles, y le preguntaba a Clementina: ¿Cómo estás, cariño? ¿Lo has pasado bien?




Y Clementina suspiraba: ¡Me he aburrido mucho! ¡Todo el día esperándote!


¡ABURRIDO! -gritaba Arturo indignado. ¿Dices que te has aburrido? Busca algo que hacer. El mundo esta lleno de ocupaciones interesantes. ¡Sólo se aburren los tontos!


A Clementina le daba mucha vergüenza ser tonta, y hubiera querido no aburrirse tanto, pero no podía evitarlo.


Un día, cuando volvió Arturo, Clementina le dijo: Me gustaría tener una flauta. Aprendería a tocarla, inventaría canciones, y eso me entretendría.


Pero a Arturo esa idea le pareció absurda: ¡TÚ! ¿Tocar la flauta, tú? ¡Si ni siquiera distingues las notas! Eres incapaz de aprender. No tienes oído.


Y aquella misma noche, Arturo llegó con un hermoso tocadiscos, y lo ató bien a la casa de Clementina, mientras le decía: Así no lo perderás. ¡Eres tan distraída!

Clementina le dio las gracias. Pero aquella noche, antes de dormirse, estuvo pensando por qué tenía que llevar a cuestas aquel tocadiscos tan pesado en lugar de una flauta liviana, y si era verdad que no hubiera llegado a aprender las notas y que era distraída.

Pero después, avergonzada, decidió que tenía que ser así, puesto que Arturo, tan inteligente, lo decía. Suspiró resignada y se durmió.


Durante unos días, Clementina escuchó el tocadiscos. Después se cansó. Era de todos modos un objeto bonito, y Clementina se entretuvo limpiándolo y sacándole brillo. Pero al poco tiempo volvió a aburrirse. Y un atardecer, mientras contemplaban las estrellas, a orillas del estanque silencioso, Clementina dijo: Sabes, Arturo, algunas veces veo unas flores tan bonitas y de colores tan extraños, que me dan ganas de llorar. Me gustaría tener una caja de acuarelas y poder pintarlas.


¡Qué idea ridícula! ¿Es que te crees una artista? ¡Qué bobada! Y reía, reía, reía.

Clementina pensó: Vaya, ya he vuelto a decir una tontería. Tendré que andar con mucho cuidado o Arturo va a cansarse de tener una mujer tan boba. Y se esforzó en hablar lo menos posible.


Arturo se dio cuenta enseguida y afirmó: Tengo una compañera aburrida de veras. No habla nunca y, cuando habla, no dice más que disparates.


Pero debió sentirse un poco culpable y, a los pocos días, se presentó con un paquetón. Mira, he encontrado a un amigo mío pintor y le he comprado un cuadro para ti. Estarás contenta, ¿no? Decías que el arte te interesa. Pues ahí lo tienes. Átatelo bien porque, con lo distraída que tú eres, ya veo que acabarás por perderlo.


La carga de Clementina aumentaba poco a poco. Un día se añadió un florero de Murano: ¿No decías que te gustaba Venecia? Tuyo es. Átalo bien para que no se te caiga, ¡eres tan descuidada!


Otro día llegó una colección de pipas austríacas dentro de una vitrina.

Después una enciclopedia, que hacía suspirar a Clementina. ¡Si por lo menos supiera leer!- pensaba.

Llegó el momento en que fue necesario añadir un segundo piso a la casa de Clementina.


Clementina, con la casa de dos pisos a sus espaldas, ya no podía ni moverse. Arturo le llevaba la comida y esto lo hacía sentirse importante: ¿Qué harías tú sin mí? ¡Claro! -suspiraba Clementina-. ¿Qué haría yo sin ti?







Poco a poco, la casa de dos pisos quedó también completamente llena. Pero ya tenían la solución: tres pisos más se añadieron ahora a la casa de Clementina.


Hacía mucho tiempo que la casa de Clementina se había convertido en un rascacielos, cuando una mañana de primavera decidió que aquella vida no podía seguir por más tiempo.





Salió sigilosamente de su casa y dio un paseo: fue muy hermoso, pero muy corto. Arturo volvía a casa para el almuerzo, y debía encontrarla esperándole. Como siempre.


Pero poco a poco el paseíto se convirtió en una costumbre y Clementina se sentía cada vez más satisfecha de su nueva vida. Arturo no sabía nada, pero sospechaba que ocurría algo: ¿De que demonios te ríes? Pareces tonta -le decía.


Pero Clementina, esta vez, no se preocupó en absoluto. Ahora salía de casa en cuanto Arturo le daba la espalda. Y Arturo la encontraba cada vez más extraña, y encontraba la casa cada vez más desordenada, pero Clementina empezaba a ser verdaderamente feliz y los retos de Arturo ya no le importaban.


Y un día Arturo encontró la casa vacía.


Se enfadó muchísimo, no entendió nada y, años más tarde, seguía contándole a sus amigos: Realmente era una desagradecida esa tal Clementina. No le faltaba nada. ¡Veinticinco pisos tenía su casa, y todos llenos de tesoros!

Las tortugas viven muchísimos años, y es posible que Clementina siga viajando feliz por el mundo. Es posible que toque la flauta y haga hermosas acuarelas de plantas y flores.
Si encuentras una tortuga sin casa, intenta llamarla: ¡Clementina, Clementina!Y si te contesta, seguro que es ella.



 

 


AHORA PUEDES VER EL CUENTO...

CONOCE A MARIE CURIE


Con este  vídes educativo  conocerás a esta científica e investigadora. Una de las mujeres más importantes de la historia.
Desde muy niña quiso dedicarse a la investigación y para poder realizar su sueño se trasladó a París con la idea de estudiar en una prestigiosa universidad francesa donde sí admitían mujeres.
Allí, estudió física y matemáticas, y conoció a su esposo Pierre Curie, el gran amor de su vida y compañero de investigación. Juntos buscaron en la naturaleza sustancias radiactivas y descubrieron dos muy importantes, el radio y el polonio al que llamo así en honor a su país de nacimiento, Polonia.
También conseguió ser la primera mujer que daba clases en una universidad como profesora….
Gracias a sus descubrimientos y sus estudios se han salvado muchísimas vidas.


 
 

viernes, 10 de noviembre de 2017

¡¡¡ABRE LA BIBLIOTECA!!!

SOY BOOKI GAFOTAS,
¡EL RATÓN MÁS BIBLIOTEQUERO!
TE DOY LA BIENVENIDA A ESTE BLOG.
SI TU TAMBIÉN ERES UN BIBLIOTEQUERO
O UNA BIBLIOTEQUERA...
 TE ESPERO EN LA BIBLIOTECA DEL COLEGIO A PARTIR DELLUNES 13 DE NOVIEMBRE  Y 
TAMBIÉN TE ESPERO POR 
AQUÍ MUY A MENUDO DESDE YA.
ENCONTRARÁS ACTIVIDADES MUY
DIVERTIDAS RELACIONADAS
 CON LA LECTURA.
¡¡¡NO FALTES!!! 






EL PRÓXIMO LUNES 13  DE NOVIEMBRE 
LA BIBLIOTECA ABRE SUS PUERTAS.
¡¡¡TE ESPERAS POR ALLÍ!!!

jueves, 9 de noviembre de 2017

EL HUERTO DEL COLEGIO

EL HUERTO DE NUESTRO  COLEGIO 
VUELVE A COBRAR VIDA.
YA SE HAN SEMBRADO 
ALCACHOFAS, CEBOLLAS, HABAS, 
COLIFLORES, LECHUGAS...
TODOS LOS CURSOS IREMOS PASANDO 
POR EL HUERTO PARA VERLAS CRECER, CUIDARLAS,
REGARLAS Y RECOLECTAR LAS VERDURAS,
HORTALIZAS Y FRUTAS.
¡¡¡EL HUERTO NOS ESPERA!!!







CUENTOS DE HUERTOS


¡¡¡NO TE PIERDAS ESTOS 
CUENTOS DE HUERTOS!!!
EL DRAGÓN VEGETARIANO
Había una vez un dragón que sólo comía verduras porque era un dragón vegetariano.

Los demás dragones le miraban de reojo y se reían a escondidas de él cuando le veían utilizar su llama para hacer a la brasa berenjenas y calabacines, o para calentar el puchero donde hacía unos excelentes guisos con patatas, puerros y zanahorias.

- Este dragón es muy tonto - decía el líder de los dragones
- ¡Con lo buena está la carne recién cazada, con un buen fogonazo para que quede bien asada! - decía otro dragón.
- Sí, definitivamente, este dragón es muy tonto - empezaban a decir todos los dragones a coro, riéndose cada vez más.

Poco a poco, las burlas fueron cada vez más frecuentes. Al principio, el dragón vegetariano se defendía, y les pedía que respetaran su decisión. Pero ninguno le hacía caso, así que acabó cansándose y, simplemente, no les decía nada.

Un día iba el dragón vegetariano en busca de verdura al huerto cuando se encontró a varios de los dragones que tanto se reían de él tirados en el suelo con muy mala cara.

- ¿Qué os ha pasado? ¿Estáis enfermos?
- Creo que la carne que hemos comido estaba mala - dijo con un hilito de voz uno de los dragones.
- No os preocupéis. Ahora mismo os preparo un caldito de verduras y seguro que mejoráis - dijo el dragón vegetariano.

El dragón cuidó de sus compañeros y les dio de comer hasta que se encontraron mejor. Cuando el líder tuvo fuerzas para hablar le dio al dragón vegetariano:

-El dragón vegetariano Gracias amigo. Nos has cuidado y nos has curados con tus verduritas, a pesar de todo lo que nos hemos reído de ti .
- ¡No son tan malas, eh! - dijo el dragón sonriente.
- ¡Desde luego que no! - dijeron todos los dragones a la vez.

Desde entonces, todos los dragones respetan al dragón vegetariano, que de vez en cuando les obsequia con alguno de sus guisos vegetales. Los demás dragones se lo comen todo con mucho gusto, porque han descubierto que la verdura está muy rica y le sienta muy bien. Aunque lo que todavía no saben es que la carne que les hizo enfermar no es que estuviera mala, sino que comieron demasiada.
 
 LA HISTORIA DE MAX
La historia de Max Hubo una vez, hace mucho tiempo, un joven llamado Max que vivía solo en una pequeña casa en medio del campo. Max se las ingeniaba para sobrevivir, cultivando la tierra y criando algunos animales. Lo que le sobraba lo vendía en los mercados de los pueblos cercanos.

Max utilizaba el dinero que ganaba con la venta de sus productos para comprar las cosas que necesitaba para mantener su casa y para él mismo, que no era mucho. Lo que le sobraba lo repartía entre la gente necesitada que encontraba a su paso.

Un día, de camino a un mercado, Max encontró a una anciana que salió a su paso y le pidió ayuda. Su marido, su hijo y su nieto estaban gravemente enfermos, y no podía pagar al médico ni comprar las medicinas que necesitaban. Max prometió entregarle todo el dinero que ganase aquel día en cuanto terminase su jornada. Y así lo hizo.

Días después, la misma anciana volvió a salir al encuentro de Max para pedirle ayuda para comer. Su marido, su hijo y su nieto se estaban recuperando, pero necesitaban alimentarse y no tenían fuerzas aún para ponerse a trabajar. Max le entregó de nuevo todo lo que ganó en el mercado cuando terminó el día.

Aquella misma noche hubo una enorme tormenta. Cuando amaneció, Max se dio cuenta de que el tejado de su casa y el de las cuadras y los establos estaban muy dañados. Era necesario arreglarlo todo cuanto antes para que no se viniera abajo. Pero para ello necesitaba comprar muchos materiales y herramientas que no tenía. Pero tampoco tenía dinero para comprarlos, porque le había dado todo lo que ganó a la anciana.

Pensó entonces en recoger algo del huerto y de los árboles frutales para venderlo en el mercado, pero la tormenta lo había echado todo a perder.

Tampoco pudo coger huevos, porque del susto las gallinas no habían puesto ninguno. Intentó ordeñar a las vacas, pero fue inútil, porque estaban aún nerviosas y no se dejaban tocar.

Mientras Max se lamentaba por todo aquello y pensaba en una solución para conseguir el dinero que necesitaba, vio aparecer a un grupo de personas cargadas con tablones, tejas, sacos de cemento, ladrillos y herramientas.

-La historia de Max Hemos venido a ayudarte - dijo un hombre de aspecto rudo y curtido.
- ¿Quién eres? - preguntó Max, extrañado -. ¿Te conozco?
- Conoces a mi madre. Gracias a ti, mi padre, mi hijo y yo seguimos con vida. He venido con toda esta gente para devolverte el favor. Son todas las personas a las que durante todos estos años has ayudado tan generosa y desinteresadamente, como hiciste con mi familia.

Entre todos ayudaron a Max a reconstruir su casa, los establos y las cuadras.

- No sé cómo agradeceros lo que habéis hecho por mí - dijo Max.
- Somos nosotros los que te estamos agradecidos a ti - dijo el hijo de la anciana.

Max invitó a la anciana y a su familia a trasladarse a su casa, que era muy grande para él solo. Allí vivieron todos juntos y pudieron ampliar el huerto, comprar más animales y ganar algo más de dinero. Pero, a pesar de ello, no dejaron ni un solo día de ayudar a todo aquel que lo necesitaba.
 
 
UNA VISITA INESPERADA
Una visita inesperada La señora Pilar era una mujer solitaria que vivía dedicada a su huerto, sus gallinas y sus vacas en un pequeño pueblo. La señora Pilar no tenía hijos. Su única familia era su hermana Petra, quince años menor que ella, que vivía a muchos kilómetros, en una gran ciudad, con su hija Raquel.

Un día, Petra llamó a su hermana Pilar para pedirle que se quedara con la niña durante unas semanas, aprovechando las vacaciones de verano. Estaba muy enferma y tenían que ingresarla en un hospital para curarla.

-Sabes que no puedo ir a la ciudad, Petra. Tendrás que traerla al pueblo -dijo la señora Pilar a su hermana-. Pero en esta época tengo mucho trabajo. Yo la atenderé encantada, pero no podré dedicarme a entretenerla.

-Le vendrá bien ir al pueblo y ayudarte con el huerto y los animales -dijo Petra-. Así se distraerá del verdadero motivo por el que tenemos que separarnos.

-No te preocupes -dijo la señora Pilar-. Otra cosa no habrá aquí, pero trabajo hay mucho. Y yo por ti hago lo que sea.

En el fondo la señora Pilar estaba muy asustada porque no estaba acostumbrada a tratar con niños. Pero se animó pensando que debía esforzarse por cuidar de su sobrina y así ayudar a su hermana.

Días después, Petra llegó al pueblo con Raquel. La niña, al ver a su tía se asustó mucho. Era mucho mayor que su madre y parecía una señora de pueblo sacada de una foto antigua.

-Mamá, no quiero quedarme -decía la niña, llorando-. En este pueblo no hay niños, ni parques, ni nada que hacer. Seguro que tía Pilar ni siquiera tiene juguetes.

-Solo serán unas semanas -le dijo su madre-. Volveré pronto. Tu tía te cuidará bien.

-Te he preparado la merienda -dijo la señora Pilar-. Seguro que esto no te lo hace tu madre nunca.

-No quiero comer nada -dijo la niña con tono impertinente mientras entraban las tres en la casa.

Pero al llegar a la cocina un aroma a chocolate y almendras hizo que cambiara su gesto.

-Uhm! ¿Qué es esto? -dijo la niña.

-Esto de aquí es un postre casero de chocolate y esto otro es un bizcocho de almendras que saqué hace un ratito del horno de leña -dijo la señora Pilar.

Las tres se sentaron a la mesa a degustar la merienda junto con una ensalada de frutas recién cogidas y un refresco casero.

-Una visita inesperada¿Lo has hecho tú todo? -preguntó la niña.

-Sí -dijo la señora Pilar-. Y he usado leche de mis vacas, huevos de mis gallinas y frutas de mi huerto.

-¿Me enseñarás todo eso? -preguntó la niña.

-¡Por supuesto! -dijo la señora Pilar-. También te puedo enseñar a ordeñar a las vacas, a coger huevos, a cuidar la huerta…

-¡Y a cocinar! -interrumpió Raquel a su tía, con un brillo en sus ojos que sorprendió a su madre y a su tía.

-También te enseñaré a cocinar -dijo la señora Pilar-. Eso sí que es divertido.

-Sabes, mami -dijo Raquel- creo que, después de todo, me lo pasaré bien aquí.

Petra se fue tranquila, sabiendo que había dejado a su hija en buenas manos y que su hermana también quedaba en buena compañía. 
 
VILLA FRUTILLA
Villafrutilla Villafrutilla era un pequeño pueblo precioso, lleno de árboles frutales y con muchas huertas a su alrededor. Las frutas y las verduras de Villafrutilla eran las mejores de todo el mundo. Pero sus habitantes no querían compartirlas con nadie, y se lo quedaban todo para ellos. Y lo que sobraba, lo tiraban a la basura.

La gente de los pueblos de al lado no entendían por qué los de Villafrutilla hacían eso. "Ni pagado ni regalado, de aquí no sale nada que aquí se haya cultivado", decían los habitantes de este lugar. El motivo por el que se comportaban así era que creían que sus vegetales tenían poderes especiales, y por eso no querían compartirlos con nadie.

Un día, Villafrutilla amaneció sin un solo árbol ni una sola planta en sus huertos. Las verduras y las frutas habían desaparecido. Era un verdadero misterio. Nadie sabía qué había pasado.

Los habitantes de Villafrutilla recorrieron todos los pueblos de alrededor, esperando encontrar sus plantas y sus árboles. Pero no encontraron ni rastro. De modo que se organizaron en grupos para ir mucho más lejos. Cogieron las frutas y verduras que les quedaban en sus casas y emprendieron el viaje.

Durante meses, los diferentes grupos viajaron por el mundo sin encontrar sus plantas, comiendo las frutas y verduras que llevaban encima, dejando el pueblo desierto.

Pero pronto se les acabaron. Y entonces, necesitaban a alguien que les vendiera algo que comer.

- “Ni pagado ni regalado, de aquí no sale nada que aquí se haya cultivado”- les contestaba la gente. Exactamente lo mismo que ellos solían responder. Y lo curioso, es que a todos los grupos y en todos los sitios les contestaban siempre lo mismo. Así que se tuvieron que conformar con comer bayas silvestres y hierbas del campo.

Desesperados, todos volvieron a Villafrutilla. Cuando llegaron, descubrieron que los árboles y las plantas estaban de nuevo en su sitio y también cogiendo la verdura y la fruta.

- ¿Qué hacéis aquí? ¡Fuera de nuestro pueblo! -gritaron todos a la vez.

Todos se fueron, y los árboles y las plantas volvieron a desaparecer al día siguiente.
La gente de Villafrutilla no entendía nada. Pero el más anciano del pueblo tuvo una idea y llamó a la gente que se había marchado.

Villafrutilla- ¡Volved a nuestros campos! -les gritó-. Aquí hay alimentos para todos
- ¿Pero qué haces? ¿Estás loco? -le dijo la gente.
- Esperad y observad lo que ocurre -dijo el anciano.
- Cuando la gente regresó a los campos, los árboles brotaron de nuevo, y las plantas también.

Realmente, nuestros campos son mágicos -dijo el anciano-. Siempre estuvieron ahí para dar de comer a todo el mundo, pero nosotros con nuestra avaricia fuimos incapaces de comprenderlo.

Desde ese día, la gente Villafrutilla empezó a compartir con sus vecinos lo que les daban sus campos. Y cuando más compartían, más tenían. Pues esa era la magia de los campos de Villafrutilla.