EL MONSTRUO DE LA OSCURIDAD
Anabel llevaba mucho tiempo con miedo a la oscuridad,
pero no se lo decía a nadie. Por la noche, su mundo estaba lleno de
estratagemas para no enfrentarse con el monstruo que ella pensaba que
estaría en su armario nada más que se apagara la luz.
Una de sus
estrategias consistía en colocar una bola del mundo que tenía luz en su
mesita. Nadie sabía que tenía luz, porque el secreto es que tenías que
tocarla con los dos dedos por los polos. Otra de sus estrategias era
calentar con la luz unos dados de juguete que se iluminaban en la
oscuridad y los dejaba debajo de su almohada.
Un buen día,
Anabel llegó a casa y su madre le dijo que, limpiando su mesita, se
había caído la bola del mundo y se había roto. A Anabel se le vino el
mundo encima y empezó a llorar. Su madre no entendía nada, y le dijo:
-Anabel, lo siento mucho. Cuando uno persona está trabajando alrededor de cosas pueden pasar accidentes. ¿Pasa algo más?
-Mamá,
tengo mucho miedo a la oscuridad y no puedo dormir sin esa bola -dijo
la niña-. El monstruo me atrapará o alguien entrará en mi habitación.
Tengo mucho miedo a la noche.
-Vaya Anabel, ¿cómo no nos lo has dicho antes? -preguntó su mamá.
-Porque no quería que pensarais que era una tonta y una miedica -respondió Anabel.
-Todos
tenemos miedos -dijo su madre-. Pero tenemos que enfrentarnos a ellos,
porque el único monstruo que hay realmente es el miedo, que cuanto más
lo alimentamos con nuestra imaginación más grande se hace.
-Ya mamá, pero... ¿cómo hago para perder el miedo? -preguntó Anabel.
-Tienes
que intentar reírte de tu miedo, confiar en que nosotros estamos cerca,
que el monstruo no existe y eres tú la que lo dibujas -dijo su mamá-.
Cuando te quedes a oscuras, piensa que el monstruo no te ganará la
partida, ríete de sus ojos y piensa que está mucho mejor en el armario.
Dile que se vaya y que te deje dormir.
-Lo intentaré mamá, muchas gracias -respondió la niña.
Cuando
llegó la noche, Anabel se tapó con la manta hasta arriba. Tenía que
estar preparada. Cuando se quedó a oscuras, notó que su respiración se
aceleraba y, de repente, ya empezó a oír mil ruidos. Tenía ganas de
gritar y salir corriendo de su habitación, pero decidió intentar ganar
al miedo. Anabel empezó a pensar que el miedo no la iba a vencer, que
tenía muchas ganas de ir a dormir a casa de sus amigas, de ir de
campamento, de dormir sola con los abuelos y de estar tranquila.
Anabel
comenzó a sentir que su corazón se tranquilizaba. Cuando parecía que lo
había conseguido, la niña creyó ver una luz en la habitación, como unos
ojos dentro del armario.
Entonces, la niña gritó:
-
¡Monstruo! Llevas mucho tiempo en el armario y ahí te puedes quedar. No
me das miedo. Estoy cansada y mañana quiero jugar con los amigos en el
recreo. Déjame, que voy a dormir.
Anabel se dio la vuelta y enseguida se quedó dormida
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